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Por qué mi cuerpo está en venta

Lo que la disciplina, la vanidad, la psicología cultural y la aptitud física revelan sobre cómo vendemos nuestras identidades.
Por qué mi cuerpo está en venta
"Ningún hombre tiene derecho a ser un aficionado en el asunto del entrenamiento físico. Es una vergüenza envejecer sin haber visto la belleza y la fuerza de las que es capaz el cuerpo."
— Sócrates

Cuando me topé con esta cita siendo un adolescente lleno de acné, me dio una excusa. Aquí estaba uno de los pensadores más grandes de la historia, un tipo que dedicó su vida a la sabiduría, insistiendo en que descuidar el cuerpo era una falta grave. Me resonó porque me permitía intelectualizar mis ganas de parecerme a Chris Hemsworth y compañía.

Pero antes de que te hagas ideas raras pensando que soy un gigoló: cuando digo que mi cuerpo “está en venta”, no me refiero al sentido transaccional del sexo, los patrocinios de Instagram o OnlyFans. Me refiero a que mi cuerpo es un producto que vende mi disciplina, mi cuidado, mi vanidad y mis servicios de coaching físico.

¿Prefieres verlo en vídeo? Aquí te dejo la versión leída por mí:

Y sin embargo, este camino me ha llevado cara a cara con el lado más oscuro de la validación externa, las distorsiones culturales de la belleza y las trampas psicológicas en las que caemos cuando convertimos nuestros cuerpos en mercancía.

Pero primero, un poco de psicología cultural.


La universalidad de la belleza

Podrías pensar que la belleza es una cuestión de gustos. Pero la ciencia dice otra cosa. Estudios sobre atractivo facial realizados por psicólogos como Judith Langlois y David Perrett muestran que hay elementos universales. A través de las culturas, la gente suele valorar:

  • Simetría: señal de salud y buen material genético.
  • Rostros promedio: los rostros compuestos de varias personas se perciben como más atractivos. La psicología evolutiva lo atribuye a una mayor resistencia a enfermedades entre personas “mezcladas”.
  • Piel clara: símbolo de juventud y vitalidad.

Estos hallazgos sugieren que algunos aspectos de la belleza están cableados en nuestro cerebro, relacionados con la selección evolutiva de parejas sanas y fértiles.

Pero la psicología cultural nos recuerda que, aunque la base pueda ser universal, los adornos varían. En Asia oriental, por ejemplo, se valora mucho la piel pálida, reflejo de una historia en la que el color claro indicaba riqueza y no tener que trabajar bajo el sol.

En cambio, muchas culturas africanas celebran los cuerpos más grandes como símbolo de fertilidad y prosperidad. La belleza es naturaleza y es crianza; es universal y profundamente contextual.


La belleza de las diferencias culturales

La psicología cultural demuestra que distintas sociedades no solo celebran ideales de belleza diferentes, sino que los cargan de significado.

En Japón, por ejemplo, el concepto de wabi-sabi abraza la imperfección y la transitoriedad. Un cuerpo no tiene que ser perfecto; debe llevar las marcas de una vida vivida. En cambio, los ideales occidentales suelen idolatrar la juventud y la perfección, dejando poco espacio para envejecer con dignidad.

Lo potente es cómo las narrativas culturales moldean la relación con nuestros cuerpos. Donde una cultura impulsa la cirugía estética como autocuidado, otra celebra las arrugas como sabiduría. Estas diferencias nos recuerdan que la belleza no está solo en el ojo del que mira: está en las historias que contamos como sociedad.


La historia que me cuento

No estoy solo levantando pesas y dejándolas caer. ¡Estoy esculpiendo, bro! Como un escultor, solo que en vez de cincel, uso demasiadas cucharadas de creatina. Mi cuerpo no es solo un saco de carne que me transporta por la vida; refleja el esfuerzo de mi disciplina.

… Y una necesidad oscura de validación externa y de agradarle a todo el mundo.

Esto refleja también mi enfoque al escribir y enseñar. Escribir bien es aguantar frustraciones y sacar algo con sentido del caos. Enseñar es refinar una lección hasta que conecta con alguien. Ambas tareas requieren la misma constancia que entrenar: aparecer aunque no tengas ganas.

Y como cualquier oficio, el producto final queda expuesto al ojo público. Mi cuerpo está en venta en el sentido de que existe en un mundo que valora la forma física, nos guste o no. Es un recordatorio de la sabiduría de Sócrates: el cuerpo, como la mente, es un lienzo del potencial humano.


La trampa narcisista

En una cultura donde Instagram y TikTok marcan el estándar, la búsqueda de belleza muchas veces se convierte en algo más turbio. Estas plataformas nos empujan a tratar el cuerpo no como arte, sino como mercancía, cuidadosamente curada para los likes.

Las investigaciones de Jean Twenge y W. Keith Campbell sobre el narcisismo en la era de las redes sociales revelan una tendencia inquietante: las plataformas que deberían conectar nos obsesionan con nuestra imagen. Convertimos la validación externa en moneda de cambio.

Y lo peor es cómo esto afecta a la salud mental. Varios estudios han vinculado el uso excesivo de redes con insatisfacción corporal, depresión y ansiedad. ¿La ironía? Cuanto más perseguimos la validación externa, más vacíos nos sentimos.


Vender el esfuerzo, no la perfección

Sócrates tenía razón. Envejecer sin saber de lo que es capaz tu cuerpo es una especie de tragedia. Pero hoy, la verdadera tragedia puede ser envejecer obsesionado con lo que piensan los demás.

El antídoto está en abrazar tanto la disciplina como la imperfección —como mis piernas flacuchas que me hacen parecer un alce. Y ver el cuerpo no como una mercancía, sino como un lienzo de la vida que estamos creando.

Así que sí, mi cuerpo está en venta. Pero está en venta para perseguir lo que es posible, amando también sus fallos.
Y si estás leyendo esto en 2025, estoy soltero. Así que también está disponible.


Cierre y llamada a la acción

Este texto fue publicado originalmente en Substack y ahora forma parte de mi blog bilingüe Born Without Borders.

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